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"La memoria es un animal esquivo": una exploración por los secretos familiares y la fragilidad masculina

"La memoria es un animal esquivo": una exploración por los secretos familiares y la fragilidad masculina

Un hombre de setenta años regresa a su casa natal después de mucho tiempo. Está allí para hacerse cargo del proceso engorroso que deriva de toda muerte. En este caso, la de un hermano que quiso mucho el cual enfermó gravemente y no estuvo allí para acompañarlo en sus últimos días. Él sabe por dentro que tiene sus motivos para haberse alejado. Pero hoy, a los setenta años, luego de tanto dolor, duda de todo. Hasta de sus propios recuerdos.

La memoria es un animal esquivo (Concreto), la tercera novela de María del Mar Ramón, cuenta la historia de Juan Francisco, hermano de dos (Luciano y Pablo), hijo de un padre de los de antes –estricto, recio, de pocas palabras– que supo imprimir en sus sienes el sello de la violencia. Con la excusa de su regreso al lugar de origen, la escritora colombiana, residente en el país hace varios años, narra casi toda su vida en una suerte de bildungsroman.

Silencios, maltratos y carencias

Desde cómo aparece en él su deseo de ser artista hasta sus padecimientos; silencios, maltratos y carencias que fueron forjando un carácter distante que lo empujó lejos de su hogar y lo llenó de resentimiento. También aparece su despertar sexual, su oposición a los mandatos familiares y masculinos y su anhelo de libertad.

A lo largo de 296 páginas, la autora le da vida a un torrente narrativo que se lee, por momentos, como novela de aventuras y otras veces en un tono testimonial, atormentado.

“El cuerpo me temblaba con tanta fuerza que mis dientes parecían maracas. Pensar en vestirme me pareció una tarea imposible. Me sentía como habitando una pesadilla en la que mi cuerpo no cooperaba”, narra el protagonista, en una primera persona intimista.

María del Mar Ramón, autora de La Manada (Foto Telam)María del Mar Ramón, autora de La Manada (Foto Telam)

Juan Francisco dejará en claro que la incomprensión de su padre y sus hermanos, sobre todo de Luciano, harán mella en su carácter. Por momentos suena exagerado pero deja en claro que una persona necesita mucho más que satisfacer su deseo biológico o material. La novela habla de la necesidad de amor. Del amor como el oxígeno, agua y tierra que necesita una planta. En este caso, el combustible espiritual de todo ser humano.

“Eso es otra cosa que me angustia: que mi memoria sea la única que levante la estructura del recuerdo de todos nosotros”, se pregunta este personaje una y otra vez. Ramón indaga por tercera vez en el universo masculino: sus novelas anteriores (La manada, Todo muere salvo el mar) también están protagonizadas por hombres y bucean en la fragilidad de sus cuerpos, deseos y vicisitudes.

Como una suerte de Andrés Caicedo a la inversa (su coterráneo, quien construyó una voz femenina cautivante y magnética en la notable novela ¡Que viva la música!), la autora esculpe voces masculinas auténticas y verosímiles, dispuestas a bailar alrededor de sus propias miserias.

Narrativa sobre la enfermedad

También, a lo Susan Sontag, en un momento posa su atención narrativa sobre la enfermedad. Le dedica un capítulo, narrado en tercera persona, a Pablo, hermano de Juan Francisco a quien le diagnostican un cáncer muy avanzado.

Aquí ahonda sobre el drama de personaje que debe decidir sobre su cuerpo en una situación límite y esto lo lleva a cuestionar el aparente mandato implícito de vivir a cualquier precio.

¿Qué significa una vida? ¿A qué costo se debe mantener con vida un cuerpo? ¿Qué ocurre con el derecho a una muerte digna?

La identidad, el deseo, la búsqueda personal, de realización artística, los mandatos, las relaciones familiares rotas, la muerte son tan sólo algunos de los ejes centrales que atraviesan esta novela. Se transforman en alambres tensados al máximo extendidos sobre un campo minado.

Casi al final, tal vez como un guiño identitario o pulsión subterránea, emerge la violencia. ¿Es la guerrilla? La autora –que construyó aquí su novela más colombiana hasta el momento– los menciona como Los otros. Luego de haberse adentrado en el devenir de este artista, un diálogo final con el único hermano vivo que le queda devela ciertos misterios que no vale la pena spoilear.

La foto de la escritora colombiana María del Mar Ramón en el sitio de su editorial. Crédito: Editorial Planeta.La foto de la escritora colombiana María del Mar Ramón en el sitio de su editorial. Crédito: Editorial Planeta.

Simplemente es posible dejar la duda acerca de sus propios dichos y recuerdos que, por momentos, suenan egoístas, misántropos, ombliguistas flotando en el aire. Se vuelve odioso al percibirse como un ser que siente que todo el mundo está en su contra, inclusive las mujeres u hombres que deseó.

Una complejidad que, sin dudas, es otro acierto narrativo de una autora que ratifica su buen presente al haberle dado vida a un personaje que, como él mismo afirma, no es más que un puñado de recuerdos y olvidos.

La memoria es un animal esquivo, de María del Mar Ramón (Concreto).

Clarin

Clarin

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